Capítulo 1
El Lago
La niebla era intensa, tenebrosa… Una bruma que impedía ver,
gobernaba en el lago. El olor a hierba mojada, emanando gotitas de rocío de la
mañana, llegaba hasta lo más profundo de mi cuerpo. Un gemido reprimido, rompía
el alma de la bella escena. Mi gran curiosidad y mi afán aventurero me
obligaron a investigar sobre el origen de aquel desgarrador ruido.
A medida que me adentraba en la niebla, ésta se iba
disipando, dejando a su vez al descubierto el precioso paisaje del lago, que
previamente escondía. El cielo, completamente despejado, mostraba un rojo
intenso que anunciaba el fin del día y que llegaba la noche para que la celosa
luna, intentando brillar y alumbrar la oscuridad, se mostrase.
De repente, una sombra se estremeció entre la maleza.
Parecía que el gemido que había oído antes, provenía de ahí. Me acerqué a los
matojos, pero no: ahí no había nada.
Pero algo iba mal. Tenía un mal presentimiento, como si
alguien me estuviese observando, como una presencia… Mi respiración se estaba
volviendo algo agitada, tenía miedo. Sentí como un ritmo de respiración
asíncrono al mío, justo detrás de mí. Me giré y una figura, exageradamente
alta, me cogió con lo que parecían unas garras y comenzó a devorarme.
Jack se despertó sobresaltado. Estaba completamente empapado
en sudor. Ese sudor era diferente, era como si fuese una baba de algún caracol
gigante, o algo parecido. Aquello que ocurrió… ese lago, la sombra tan rara…
¿Era real? Jack empezó a reírse: “Cómo va a ser real” –se dijo-“sólo era un
sueño”. Pero aun así, tenía la sensación de que ese sueño, fue demasiado real.
Le empezaron a doler todos los músculos de las piernas, un
dolor insufrible. Jack intentó gritar, pero el leve sonido agudo que salió por
su boca, no se asemejaba para nada en un sonido audible. Milagrosamente, esa
sensación de dolor, tal como vino, se fue. Jack, como si nada de eso hubiera
pasado, arrastrado por el cansancio, se quedó completamente dormido.
Me desperté y ahí seguía. En el mismo lugar en el que estaba
antes. La sombra continuaba su camino a devorarme conmigo en brazos. ¿Era mi
fin? No podía ser. Tenía que estar soñando otra vez. Pero por más que lo
intenté, no me despertaba. Sucumbido por el miedo, sólo me salía gritar y
gritar. Deseaba salir de ahí, tener algo, un utensilio, cualquier cosa que le
separase de aquella asquerosa bestia o lo que fuera. Como si de magia se
tratase, una vara de avellano con una punta afilada, como si fuera una lanza,
apareció en mi mano derecha. No vacilé ni un segundo: Le clavé la lanza a la
bestia en la boca para que no me comiese.
La feroz bestia me lanzó por los aires y fui a parar al
lago, chocándome y produciéndome un dolor agudo.
Jack reapareció sobresaltado en la cama, esta vez, la cama
estaba empapada. Los truenos se oían rugir en la calle. Jack vivía en el ático
de su chalet y la fuerte tormenta que había empezado a caer, hizo que entrase
agua en una gotera y la cama estaba empapada. Por eso se despertó Jack.
Al levantarse, con toda la oscuridad de la noche, Jack pisó
algo. Algo que no estaba ahí cuando se fue a la cama. Encendió la luz y lo vio,
atónito por lo que sus ojos le decían: Era una vara de avellano, a forma de
lanza.
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