miércoles, 11 de marzo de 2015

Capítulo 5



Capítulo 5

Luz al final del túnel

 

Los gritos de miedo, asombro y desesperación se comenzaban a oír a lo lejos. Más lejos todavía escuché la voz de Viktor, gritando mi nombre. Una figura se empezó a dibujar en mis ojos. El elfo que el otro día estaba sentado, mirándome completamente de arriba a abajo. Estaba murmurando cosas extrañas en algo que no lograba comprender. Mágicamente, pétalos de rosas aparecieron volando, posándose en las heridas que tenía, ya bastante curadas, y con la misma, se volvieron a ir junto con el viento. El extraño elfo me levantó y me sonrió agradablemente, hizo una reverencia y con una potente voz y un acento extraño me dijo:
-          Que los árboles te guíen en tu destino y las estrellas iluminen tus oscuridades, príncipe.
Me quedé atontado. ¿Príncipe? ¿De qué demonios me está hablando? Necesitaba respuestas, y las necesitaba ya.
-          ¿Príncipe? Gracias, pero…
-          Silencio. Sabemos que tiene muchas preguntas-le interrumpió el elfo- pero no podemos quedarnos aquí. Debemos partir. El bosque escucha, y nos puede estar espiando el enemigo.
Sin más remedio, me tuve que poner a caminar con el grupo de los elfos. Las flores, como hacían cuando pasé la última vez, se abrían y cerraban con esa musicalidad.
-          Por lo menos podrías decirme tu nombre… -le murmuré, ansioso por conocer su identidad.
-          Mi nombre es Tell’Asharîlpf. Ahora mismo, te resultará imposible recordarlo, por lo que me puedes llamar simplemente Ashar. Soy el mensajero del rey Haz’Andräyish. Me envía para escoltar al heredero. No más preguntas. Los árboles oyen.
El tal Ashar me dejo más sorprendido todavía de lo que estaba. El heredero del rey… antes me llamó príncipe... No. Se tienen que estar equivocando de persona. Yo no soy hijo de ningún rey.
El camino, cada vez que avanzábamos, se iba ensanchando, hasta que prácticamente desapareció, y justo en frente, se alzaba una gran colina. Una especie de ave enorme se encontraba reposando en lo alto de la colina, acompañada por 4 más pequeñas. Cuando se levantó sobre sus cuatro potentes patas, se pudo apreciar con total exactitud su gran belleza: Las alas, de un blanco nuclear, resplandecían con el sol del atardecer. Tenían líneas rojas y negras con forma de sierra cruzando de lado a lado las plumas. El cuerpo, era blanco también, y su cabeza era como la de un águila, pero con un pico más ancho y fuerte. Era como un ser mitológico que había visto en miles de cuentos, un hipogrifo.



-          Vamos, monta conmigo. Tú todavía no estás preparado para montar en uno. Yo te llevaré. –Dijo Ashar.
-          ¿En serio vamos a montar en eso? -Dije señalando al ave.
-          Eso, joven príncipe, se llama Trêzul, y son expertos voladores. Nos llevaran al palacio.
-          ¿Palacio? ¿Qué palacio? ¿Vamos a ver a ese rey que dijiste antes?
-          Demasiadas preguntas. El bosque susurra nuestra llegada. Las respuestas llegarán cuando tengan que llegar

Y dicho esto, Ashar montó en el ave, Trêzul… Me indicó que subiese así que lo hice. Una vez montado, podía sentir la respiración del Trêzul, fundiéndose con la mía hasta que éramos uno solo. Ashar se abrazó al cuello del animal, le besó y le susurró algo que hizo al pájaro alzar el vuelo.
Los frondosos árboles se hacían cada vez más pequeños a la vez que ascendíamos. El resto del grupo de elfos nos seguía, cada uno con su respectivo Trêzul. Las majestuosas aves surcaban el cielo a velocidades de infarto. A lo lejos, pude distinguir una figura: una torre que sobresalía entre unos montes. El palacio asomaba brillando con los últimos rayos de luz de aquel extraño día.
Me había olvidado por completo del tiempo. El reloj, seguía sin marcar la hora correcta. Según él, seguían siendo las 23:21 de aquel sábado. Es verdad. ¿Qué había sido de la discoteca? ¿Y Viktor?
Como antes, y como todos estos días, demasiadas preguntas, cero respuestas.
El lago devoraba al sol, que lloraba con los últimos rayos de luz que podía emitir, anunciando los últimos minutos del día y así, dar paso a la luna. El palacio, comenzaba a emitir ya luces, dando a ver lo que en realidad era: La torre alta era la parte más alta, de la más alta copa, del más alto árbol de todo el bosque.

-          Ahí está el palacio. Hoy no podremos llegar, así que debemos acampar.- Dijo Ashar- Te recomiendo que te agarres muy fuerte.

Y al tiempo que lo decía, dio una señal a sus compañeros y descendieron en picado a un claro que había justo debajo.
Una vez tomamos tierra, Ashar, bastón en mano, hizo una especie de alabanza al aire, dando bailes y murmurando palabras raras otra vez. Una hoguera apareció de la nada justo en mitad del grupo y los árboles que rodeaban el claro, cerraron el cielo con sus copas, dando así protección por aire y sus troncos se engrosaron y se juntaron unos a otros como formando una jaula, para así dar protección por tierra.

Ashar, derrotado por el esfuerzo que había realizado, se sentó a mi lado. Con más murmullos sumados a los de los otros elfos, parecían una canción muy bella. Alrededor de cada uno de nosotros, apareció un cuenco de madera con lo que parecía una sopa caliente. Ashar me invitó a que tomase el cuenco, a la vez que me miraba y sonreía. Probé la sopa y estaba riquísima, así que le di las gracias a Ashar.


Al cabo de un rato, Ashar comenzó a hablar:
-          Bueno, joven príncipe. Ahora por la noche, el bosque duerme y es más seguro hablar. Aunque no todo descansa, por lo que solo te responderé a tres preguntas, sean cuales sean. Lo prometo. Así que piénsalas bien.

Me moría por hacerle mil y una preguntas. Cada segundo que pasaba, otra pregunta nueva me venía. ¿Qué sois? ¿Qué hago aquí?... Así que decidí empezar por el principio:
-          ¿Qué lugar es este?
-          Estamos en Nazar Thaharà. Es un bosque muy peligroso para los no elfos. Hay toda clase de criaturas extrañas, que cambian cada día que pasa.
-          No, no. –le dije. Me refiero a ¿qué mundo es este?
-          Bueno, si querías decir eso, estamos en Allösphera, un mundo regido por el bien hasta hace muy poco, cuando Godon Fauss subió al poder en el altar oscuro. Godon dirige un nuevo imperio, al que llamamos imperio Godofon y en él domina la avaricia y la envidia.
-          Ya veo... Sí… ¿Pero qué pinto yo en todo esto?
-          No estoy autorizado a revelarte esa información –dijo Ashar. Te queda una pregunta.
-          ¡¿Una?! Vaya, sí que sois estrictos los elfos. ¿Por qué me llamas “joven príncipe”?
-          Porque eres el príncipe Nahar Syrum, heredero al trono del rey Haz’Andräyish, rey del inmenso Nazar Thaharà.
-          ¡Ese no soy yo! Os habéis equivocado. Yo soy Jack. ¿Por qué me habéis confundido?
-          Joven príncipe, las promesas de los elfos son sagradas. No podré responderte más preguntas. Deberías descansar, saldremos al alba y mañana te espera un día duro de aprendizaje. Que Uhïandra vele por ti.
-          Hasta mañana Ashar…

¿Qué era eso de Uhïandra? ¿Por qué no me cree? No podía dormir. El silencio, roto por las respiraciones de los elfos y la propia mía, parecían la batería de un concierto de rock.
Me acordé de la conexión que saqué el lunes anterior: “Si duermo, todo cambia”. Ahora mismo estaba durmiendo en la discoteca, así que si duermo aquí, despertaré allí. Sin tardar, me recosté en el suelo y cerré los ojos, deseando despertarme fuera de aquel mundo, Allösphera.

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