martes, 10 de marzo de 2015

Capítulo 3



Capítulo 3

El Bosque de los Secretos


Una sensación de bienestar me recorría por todo el cuerpo, cada vez que me iba adentrando en ese misterioso bosque. Parecía como si el bosque tuviese vida propia y que, además, se alegraba de que estuviese caminando por él. Las flores se abrían a cada paso que daba, siendo cada una diferente de las anteriores, pero cuando echaba la vista atrás, las flores por las que había pasado estaban cerradas. Las flores que se abrían, eran totalmente diferentes a como las había visto antes y, mucho menos, imaginado. El abrir y cerrar de las flores, daba una musicalidad un tanto extraña, pues a la vez que se abría una, otra más atrás que se cerraba hacía un ruido extraño y se volvía gris y fea.
Absorto por este evento, me detuve un momento a examinar una de las flores. Era una especie que me recordaba a una margarita, pero con una serie de colores muy vivos y diferentes. Antes de poder llegar a tocarla para poder olerla, ésta se cerró de golpe, a la vez que se oyó un estruendo. ¡PUM! Todas las flores se habían cerrado de golpe a la vez que la tierra temblaba. Como si un gigante hubiese dado un paso. ¡PUM! ¡PUM!. Durante unos instantes, se dejó de oír las pisadas, para dar paso a un gran y feroz rugido, que estremeció hasta a los árboles. El silencio reinaba. Mi corazón comenzaba a bombear mucha sangre ante el peligro que se me presentaba. Ese silencio se volvió a romper cuando las pisadas se oían con más ritmo y cada vez más fuertes, como si algo se acercara. No pasó ni medio segundo cuando yo ya estaba corriendo en dirección contraria, sin siquiera saber qué se me acercaba.
A pesar de mi gran velocidad –pues era el más rápido de 1º de Bachillerato de mi instituto- las pisadas se oían más cercanas y más rápidas. Tan rápidas eran, que cuando me quise dar cuenta, una bestia gigante me perseguía. No era una animal normal, era una bestia con la cara deformada. Tenía tres cuernos en la parte superior de la cabeza en forma de triángulo. Los de los laterales eran de color morado, y el del centro rojo. El cuerpo era también de color morado, pero era un tono más apagado, lo que indicaba su gran fuerza y hostilidad. Su nariz la formaban seis orificios en forma de hexágono y sus dos enormes ojos parecían que lo veían todo.
Como reacción al susto, me paré. A la vez que paré, la rara criatura se detuvo. Le miré a los ojos y estaba furioso. Me enseñó unos dientes, que parecían sierras. Acto seguido, contrajo sus patas y se dispuso a correr hacia mí con los cuernos en alto, dispuesto a que su comida no se fuera.
Era mi fin. Sólo pude recordar en ese momento, lo que me iba a doler. No las tonterías que decían siempre de que ves tu vida pasar por fragmentos de imágenes ni nada. No. Solo veía a la bestia correr hacia mí y a mi cuerpo paralizado de terror.
Cuando la bestia estaba a tan solo 4 zancadas de mí, ya con la boca abierta dispuesto a devorarme, oí un silbido, que me pasó rozando por la oreja y una flecha certera, se clavó justo en el hueco que dejaban los orificios de la nariz. El animal cayó, estremeciéndose. La flecha parecía ser paralizante o algo, porque la criatura se movía pero lentamente.


Mis ojos, abiertos de par en par, no daban crédito a lo que veían. ¿Dónde estoy? Primero la sombra, el lago, el bosque tan raro, esta bestia, la flecha… ¡LA FLECHA! ¡¿QUIÉN HA LANZADO LA FLECHA?! Sólo podía oír voces a lo lejos. Si esas voces eran de los responsables de la flecha… mejor sería correr, lo mismo que le han hecho a la bestia, me lo pueden hacer a mí.
Así que me fui corriendo por el bosque, sin rumbo, lejos de aquel alboroto. Corrí y corrí hasta que vi un árbol bastante ancho, que me proporcionaría el escondite perfecto. Una vez oculto, miré el reloj: seguía parado, la misma hora que marcaba antes, la 13:30. ¡Se me había olvidado por completo! ¿Dónde está mi clase ahora? Demasiadas preguntas, ni una contestación y el reloj no iba a responder esas preguntas.
Las voces, se iban oyendo cada vez más cerca. Pude ver sus cabezas. Era un grupo de cinco hombres, todos ellos altos, que cargaban con un enorme arco con un carcaj en la espalda y una gran y brillante espada amarrada a la cintura.
No podía ser. Era imposible. No me lo creía. Por encima de las cabezas de los cinco hombres, sobresalía algo: Las orejas. Sus orejas eran puntiagudas. Estaba atónito. Los seres con los que tantas veces había imaginado, con los que me lo pasaba tan bien jugando en videojuegos, o cuando era pequeño leyendo… estaban ahí, delante de mis propias narices.
Sí, eran elfos.




¿Logrará Jake hablar con los elfos? ¿Volverá a ver a su clase? ¿Será un sueño? No os perdáis mañana el Capítulo 4:¿Qué es sueño y qué realidad?

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