Capítulo 6
Haz’ Andräyish
Una dulce y agradable melodía me llegaban a los oídos. Abrí
los ojos: los elfos cantaban al unísono, con una animada canción. El bosque
parecía rebosar de alegría. Los árboles parecían hasta que bailaban mientras se
movían, dejando el claro tal y como estaba la noche anterior. Cuando el cántico
cesó, el bosque dejó de moverse y Ashar se dirigió hacia mí.
-
Buenos días, joven príncipe. Uhïandra nos da la
bienvenida en este nuevo día, proporcionándonos este delicioso desayuno. –Dijo mientras
me ofrecía unas coloridas, pero feas bayas- pruébala, las apareciencias
engañan. Estás bayas están infundidas en magia. Saben a lo que más te guste
desayunar.
Cogí la baya que me ofreció Ashar y la pegué un bocado. El
jugo que salía de su interior, sabía al más rico café que había probado. Quería
llevármelas a casa para poder desayunar café, ya que mi madre no me dejaba
porque tenía mucha cafeína.
Mi casa… ¡Se me había vuelto a olvidar! ¿Dónde estará mi
madre? ¿Viktor?
Por la noche me dormí tranquilamente pensando que al
despertar, volvería a aparecer en la discoteca… pero no… Seguía en aquel
extraño mundo… Allösphera.
-
Vamos príncipe. Debemos partir ya para llegar al
palacio antes de que el sol llegue a lo más alto del cophelio.
-
¿Cophelio?-Pregunté extrañado-¿Qué es eso?
-
Creo… creo que en tu idioma es cielo, hace mucho
que no digo esa palabra. No importa, vamos, montemos en el trêzul y vayamos al
palacio.
El imponente trëzul estaba devorando en un lado del claro
una especie de ratoncillo de campo que había encontrado. Con un silbido agudo,
Ashar llamó al majestuoso ave, que desplegó sus alas, tragó el resto del desafortunado
animalillo y se agachó para que pudiésemos subir encima. Ashar hizo el mismo
proceso que la última vez: Le abrazó el cuello, se lo besó y le murmuró unas
palabras que aún seguía sin entender. El pájaro se elevó del suelo y emprendió
el vuelo hacia el palacio.
Ya en el aire, la brisa matinal me chocaba en la cara,
gélida y cortante como el hielo. Los trêzul de los otros elfos no se parecían
en nada al de Ashar: uno era blanco entero, el otro marrón con unas franjas
blancas y el último era casi el opuesto, negro y con rayas blancas en las alas.
El precioso palacio se comenzaba a divisar de nuevo a lo
lejos. Por la mañana, se podía apreciar mejor todavía que era un árbol.
De repente, una brillante llamarada azul eléctrico, pasó
justo por delante de nuestro trêzul. Ashar me miró muy alarmado, giró la cabeza
a ambos lados y se quedó mirando fijamente hacia la derecha, así, que dirigí
también mi mirada en esa dirección. Para mi sorpresa, un enorme dragón color
turquesa se dirigía velozmente hacia nosotros.
-
¡¡Agárrate lo más fuerte que puedas!! – me gritó
Ashar.
Me agarré con todas mis fuerzas al cuerpo de Ashar mientras
este continuaba dirección a palacio en línea recta, a la vez que sus cuatro
compañeros se quedaban atrás para detener a la enorme bestia.
-
¡Ashar! ¡Tenemos que volver! ¡Todos se han quedado
allí! ¡Necesitan nuestra ayuda! -grité desesperado.
-
Príncipe, se han quedado para que puedas llegar
sano y salvo, de una pieza al palacio. No podemos dejar que luchen en vano.
Tenemos que seguir, es nuestra misión.
Miré hacia detrás: sólo quedaban tres elfos de los cuatro
que se quedaron a defenderme. Uno de los jinetes se dirigió hacia el dragón
velozmente, dispuesto a atacar. Pero este, con su potente cola, le dio y le
mandó por los aires mientras las gotas de sangre del pobre elfo se veían flotar
en el aire. Otro elfo intentó lo mismo, desde arriba, pero el dragón se
adelantó a su ataque, le esquivó a la vez que con su gran mandíbula, partía por
la mitad al elfo. La escena se veía ya muy lejana, pues el trêzul de Ashar iba
muy rápido, pero pude divisar la sombra del último elfo, envuelto en un mar de
llamas azules, cayendo al vacio.
Odiaba esa situación…había gente muriendo por mi culpa y tan
sólo llevaba un día en aquel mundo.
El dragón comenzó a desplazarse en nuestra dirección. Volaba
muy veloz, mucho más que el trêzul de Ashar, pues la imagen de la criatura se
iba acercando cada vez más, así que no nos quedaba mucho tiempo para poder
escapar, y el palacio todavía estaba lejos. Ashar miró hacia atrás en busca del
dragón. Cuando le vio tan cerca se asustó y se agachó hacia el trêzul y comenzó
a murmurar cosas. De pronto, las alas del dragón no se oían batir tan fuertes:
Se había detenido. Mi cara de desconcierto lo decía todo. Miré hacia abajo y el
trêzul había desaparecido. Ashar tampoco estaba, pero yo seguía agarrado a él.
-
¡¿Ashar?! ¿Qué está pasando?!-le grité.
-
Tranquilo. El dragón no nos ve. He lanzado un
conjuro que nos volverá invisibles durante un rato. Lo tengo que usar como
última opción, es un hechizo complicado y costoso.
-
Pero, pero… ¿El resto? ¿Han muerto? –pregunté,
temiéndome lo peor.
-
Su destino y misión era el de protegerte con su
vida. Estarán orgullosos de su cometido sabiendo que han triunfado. Uhïandra
les acogerá en su seno con los brazos abiertos. Descansa ya. Casi hemos
llegado.
Estaba muy cansado, sí. Pero no me quería dormir. No después
del sacrificio de aquellos guerreros. Ashar volvió a murmurar unas palabras y
una fuerza inmensa comenzó a tirar de mí hacia abajo, cansándome hasta que me
dormí.
La voz de Ashar me despertó. El palacio estaba ya muy cerca.
Podía ver las ventanas perforadas en el inmenso árbol. Nunca había imaginado
que un árbol así de grande pudiese existir el algún lado. Pero como hasta
ahora, todo era nuevo, no me sorprendió tanto. El trêzul comenzó a descender
poco a poco.
-
Ya hemos llegado, príncipe. Este es el palacio
Tahr’ Allösphera.
-
Es precioso. Hemos llegado antes de tiempo,
¿no?.
-
Así es, debido al encontronazo con ese Drë Ken
tuvimos que acelerar mucho el paso por si acaso volvía.
Una plataforma de madera se divisaba en una de las raíces del
árbol hacia donde nos dirigíamos. Una vez tomamos tierra, un elfo nos estaba
esperando un poco más adelante, al final de un camino.
-
Kanirk, príncipe Nahar- Me dijo el elfo,
haciéndome una reverencia.-Espero que el viaje no le haya afectado en absoluto.
¿Dónde está el resto, general Tell’Asharîlpf?
-
Nuestros hermanos han caído en la batalla tras
cumplir su cometido contra un drä ken enemigo.
Ashar y yo comenzamos a caminar junto con el elfo que nos
había dado la bienvenida. Al final de un camino que rodeaba al árbol, se
divisaba una enorme escalera, que ascendía hasta perderse de vista.
-
¿Tenemos que subir todas esas escaleras?
-
No-dijo Ashar riéndose- Esas escaleras son para
los intrusos, por si alguno tuviese la suerte de llegar hasta aquí. Son
infinitas, nunca acaban.Ven, agárrate a mí. No te asustes.
Ashar, como ya de costumbre, comenzó a susurrar cosas
extrañas que seguía sin comprender. Una rama del árbol apareció desde la copa
y, como si de un brazo se tratase, nos agarró a los tres y nos fue elevando
poco a poco, como si fuera un ascensor, hasta la parte alta del árbol, donde se
encontraba el rey.
Un crack sonó
desde el interior del árbol y la rama se detuvo, justo delante de una gran
puerta dorada. Era inmensa. En el marco, había una serie de figuras animadas
que luchaban entre sí.
-
Lo que tus ojos ven no es producto de tu
mente. Estas escenas narran las Tres
Batallas Centenarias. Trata la historia de cómo los elfos luchamos por el bien
y contra el mal –Me explicó Ashar al ver mi cara de sorpresa al ver el marco de
la puerta- La gran Puerta Dorada representa el límite entre esos dos valores.
La puerta se abrió, dejando por las juntas un gran
resplandor procedente de la sala interior. Un gran pasillo con una flamante
alfombra roja se abria al fondo dando a formar una gran sala en la que la
alfombra acababa en un inmenso trono, también dorado. En el pasillo, por todas
partes había unos cuadros de elfos muy viejos. Sus largas y demacradas barbas
lo hacían evidente.
Cuando pasaba la mirada por los cuadros, los personajes que
se encontraban dentro de los cuadros me saludaban simpáticamente. Estaba
sorprendidísimo por lo que mi vista me regalaba. Desde que llegué al lago, todo
era diferente. Quería ver al rey para poder decirle que yo, simplemente era
Jack Morrison, no un heredero a un trono elfo, que ni si quiera yo era de su
raza. Por mucho que lo pensase, no lograba entender qué hacía yo en ese lugar
tan sumamente raro, por lo que esperaba que el rey me diese alguna explicación.
Los dos soldados que aguardaban en el ensanche del pasillo
abrieron el camino y nos escoltaron hasta media sala. Una vez allí, el rey se
levantó y todo ser que se encontraba en la sala, se arrodilló. Obviamente, yo
también me arrodillé ante la presencia del rey, el cual, por sus pasos se oía
que iba bajando del trono hasta donde nos encontrábamos.
-
¡Niuvësk Haz’ Andräyish! –dijeron todos los
elfos al unísono.
-
Levantaos, príncipe Jack Nahar Syrum. Bienvenido
a casa, hijo.
Sentí como una lagrima me bajaba desde el ojo derecho y otra
dichosa gotita salda venía del izquierdo. Esa voz me había destrozado
completamente el alma. Conocía demasiado esa voz y era totalmente imposible.
Llevaba tres años sin escuchar esa voz. Alcé la vista para cercionarme de que
esa voz, pertenecía a la persona en la que yo estaba pensando. Esa persona que
me fue arrebatada en por una montaña. Por lo que subí la vista.
Y allí estaba el rey. Ahí estaba mi padre.